¿Cuánto ha subido el recibo de la luz en España?


El trecho que va de la sociedad española de 1996 a la sociedad actual se puede medir comparando unos simples recibos de la luz o del teléfono.  Es posible que la manera en que gastamos sea el mejor indicador de como evolucionan las costumbres de una generación a otra. “Apaga la luz”, “cierra el grifo” y “cuelga ya el teléfono” eran el verdadero leitmotiv de los años 70, junto con el mítico slogan nacional que invitaba a no malgastar recursos.

La España del Tratado de Maastricht, que arranca a mediados de la década de los 90,  es la España del derroche.  Buena prueba de ellos es que no nos admitieron en la Unión Europea, no como socios sino como clientes potenciales de las empresas alemanas.  Un vistazo a la evolución del déficit comercial antes y después de 1988 aclara cualquier duda, más allá de que la cacareada reconversión industrial fuera una verdadera tomadura de pelo.  Se negoció mal, con prisas por entrar, confundiendo mitos políticos y deseos con la propia realidad.

El 1 de enero de 1997, una familia de clase media pagaba 2.484 pesetas, más un 16% de IVA, por la cuota  de abono del teléfono. 2.881 pesetas cada dos meses,  equivalente a 8,66 euros al mes.  20 años después,  la cuota mensual de Telefónica es de 50 euros, lo que traduce una inflación compuesta del 9,16% anual.

El 1 de enero de 1997,  el mismo hogar pagaba 2.482 pesetas, en el recibo de la luz, por la potencia contratada. A esa cantidad, debía sumar el alquiler del contador (238 pesetas) y el IVA. En total, una suma bimensual de  3.158 pesetas, equivalentes a 18,97 euros, sin contar el gasto.  Cada kilovatio consumido por el cliente costaba 16,02 + IVA (0,112 euros).

20 años después, el Kwh cuesta 0,126 euros + IVA (0,153 euros), pero la potencia contratada, el alquiler de los equipos y los impuestos especiales ascienden a un total de 40 euros.  La inflación del consumo de electricidad representa un 1,57% anual compuesto, mientras que la cuota fija se ha incrementado un 4% cada año.

El 1 de enero de 1997, un tanque comunitario de 10000 litros de gasóleo de calefacción le costaba a una familia de clase media 456.000 pesetas. Hoy se paga a 7.600 euros. El incremento del precio supone una inflación compuesta del 5,23% anual.

En resumidas cuentas: a lo largo de un año, una familia de clase media en España pagaba 30.000 pesetas de luz, 30.000 pesetas de teléfono y 60.000 de calefacción, una suma equivalente a una mensualidad prorrateada del SMI.  Hoy,  la suma de los mismos conceptos asciende a 2.200 euros y equivale a 3 meses prorrateados del SMI.

Evolución de los hábitos de consumo

En 1997, un hogar de clase media dedicaba 20.000 pesetas al mes a los gastos de alimentación. En el cómputo anual, representaba una cantidad equivalente a 2 mensualidades prorrateados del SMI.  En la actualidad, supera en todos los casos las 5 mensualidades.

Un capítulo del gasto de las familias que resulta muy oneroso es el transporte. En 1997, un hogar de tipo estándar tenía que dedicar 500.000 pesetas a sus desplazamientos. La evolución de esa partida ha sido muy negativa, por dos razones fundamentales. En primer lugar, se ha encarecido notablemente el coste por km recorrido, debido al incremento del precio de los vehículos, su menor durabilidad y la fuerte subida de los carburantes. En segundo lugar, se ha disparado en España el consumo de kilómetros, ya sea por razones laborales y de ocio.  Una familia de clase media tiene que dedicar, en 2007, un mínimo de 9 mensualidades prorrateadas del SMI para sus desplazamientos, el doble que en 1997.

Si analizamos los hábitos de consumo recurrente de las familias hace 20 años, comprobamos que destinaban  8/12 mensualidades del SMI de su época al pago de recibos de suministros, a la alimentación y a los desplazamientos.  En 2017, deben dedicar 17/12 mensualidades del SMI actual para hacer lo mismo.

 

Ampliaciones liberadas e IRPF.


¿Cómo tributa la venta de las acciones que he recibido “gratis” en una ampliación de capital? ¿Qué valor de adquisición tengo que poner? Son preguntas recurrentes en los foros que no dejan de sorprenderme, no dejan de descubrirnos que nos metemos en charcos que no conocemos. Y no menos sorprendentes son algunas de las respuestas y advertencias, en ocasiones dadas incluso por expertos a los que cuando intentas rebatir se te “revuelven”: tienes que poner como valor de adquisición cero, tienes que tener en cuenta que primero vendes las acciones más antiguas, …

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La Reforma de la Ley Hipotecaria y otros disparates


Tras unos meses de tregua, inspirados por el impasse político en España, los quintacolumnistas habituales del sector inmobiliario han vuelto al tajo. Puede sorprender a los profanos, pero esta guerra dura ya 15 años. Los amables lectores que me han seguido todos estos años conocen los hechos que he tenido la suerte de poder ir documentando, paso a paso, y   saben  que el inicio de las hostilidades coincidió con el lanzamiento del Euro como moneda de curso legal en nuestro país.  Y no hay más que leer la literalidad de las últimas sentencias que están afectando al sector bancario para hacerse una idea bastante precisa de la naturaleza y origen de esos ataques.

Sobre el disparate de la Dación en Pago, que se popularizó hace unos años, he argumentado hasta la saciedad. La izquierda de Zapatero y afines intentaba hacer creer que en otros países y otras galaxias ataban los perros con longaniza.  En la Prensa amiga, ningún periodista se dedicó a comprobar el astronómico número de desahucios forzosos y embargos que se producen mes a mes en EEUU, a pesar de existir la famosa dación en pago como cláusula genérica en sus contratos hipotecarios. Cuando estalla la crisis financiera en aquel país,  mas de 200.000 familias americanas perdían su casa cada mes.  Desde el 1 de enero de 2006,   más de 15 millones de propietarios han sido desahuciados de su casa por no poder pagar la hipoteca.  En España, el número de viviendas habituales y de segundas residencias embargadas por bancos y cajas en el mismo periodo  asciende a 500.000.

Pero, sin necesidad de ir tan lejos, en la vecina  y septentrional Francia, cerca de 1 millón de ciudadanos duermen en las calles porque perdieron su vivienda. En comparación, en la cálida España las últimas estadísticas apuntaban a que 80.000 personas  viven en calle.

El concepto de Dación en Pago es sencillo de entender.  El cliente acude a un concesionario y se compra un Ferrari o un Mercedes Tope de Gama a crédito. 6 meses después devuelve el vehículo porque no ha pagado ninguna de las cuotas del préstamo, y la deuda queda saldada. Puro sentido común.

Gracias a las complicidades de una Prensa y Justicia bastante corruptas,  se están abriendo paso en la legislación española unos conceptos jurídicos, financieros y políticos muy inquietantes. El tono de la demagogia habitual actúa de censura al impedir que ni siquiera se puedan conocer y debatir.  El linchamiento del sector bancario y el señalamiento de la Ley Hipotecaria tienen como principal finalidad ocultar a la Opinión Pública la realidad financiera que se está viviendo en la Unión Europea.

La Ley Hipotecaria española, de acuerdo con los principios generales del Código Civil, facilitó durante décadas la estabilidad del sistema financiero, facilitando el crédito.  Cuando no existe regulación,  las pequeñas empresas y las familias más humildes que lo necesitan tienen que acudir a los prestamistas y demás usureros habituales.  La expresión gala es tan elocuente que constituye un aforismo: “On ne prête qu’aux riches”.

Las recientes sentencias vienen a dinamitar, de forma ladina, los conceptos de prenda hipotecaria, acuerdo contractual y responsabilidad civil personal. No puede ser casualidad.  Si no hay responsabilidad civil personal del deudor, ningún concesionario se arriesgará a vender un coche a crédito; si un contrato ante notario no garantiza que las partes hayan entendido nada ni queden comprometidas por su firma, la presunción de ignorancia pasa a ser un imperativo categórico por encima de cualquier Ley escrita; si el valor de la prenda pasa a ser el valor nominal de la Deuda, desaparece la LIQUIDEZ de cualquier mercado, y por extensión: desparece la economía de mercado.  Nadie prestará liquidez salvo con intención de quedarse con la prenda muy por debajo de su valor intrínseco.

En paralelo a estos auténticos disparates, que se amontonan desde 2002, esos mismos lobbies se esfuerzan en ocultar y justificar que se mutualicen y socialicen unas deudas privadas entre particulares (Target2).  Un contrato hipotecario carece de valor, pero si está justificado que todos los pensionistas españoles tengan que avalar y pagar la deuda de un consumidor particular con una financiera alemana.  Todos los contribuyentes españoles, excepto los nacionalistas, deben pagar más impuestos y asumir recortes en sus derechos y prestaciones para pagar las mercancías y servicios que las empresas alemanas vendieron a crédito a unos particulares en Barcelona.

(c) Belge

 

 

Casarse por la Iglesia, juntarse por lo Civil


Cada vez que se publican las estadísticas relativas al número de parejas que se casan por la Iglesia o por lo civil, se reaviva el debate sobre la crisis de la Iglesia Católica. En España, en el primer semestre de 2016, se formalizaron 68.000 nuevos matrimonios y la mayoría, ante un juez.  Tan solo una de cada cuatro españolas se casa de blanco ante un altar. En lo que va de siglo, en pleno auge del islamismo más militante, el número de bodas que pueden definirse como “católicas” ha descendido del 75% (170.000) hasta poco más del 25%.

A pesar de las modas, y del carácter exótico de muchos eventos, conviene ser prudentes al analizar un fenómeno social complejo.  Es cierto que el catolicismo está siendo agredido simultáneamente desde varios frentes y no atraviesa su mejor momento.  Los historiadores comprobarán en el futuro que la elección de Juan Pablo II, primero, y de Benedicto XVI, no resultó demasiado acertada en un momento crucial.  Pero al margen de esa circunstancia,  hay motivos para pensar que es mayor la confusión y el ruido que un cambio más profundo en las creencias.

Las novias más jóvenes del siglo XXI sueñan con bodas espectaculares que resulten “inolvidables”.  Nada es demasiado “exótico”, pero todas acaban haciendo cosas muy parecidas y muy previsibles en los mismos sitios.  Un siglo atrás, sus bisabuelas no soñaban con celebraciones originales y excéntricas que fueran “inolvidables”,  sino  “un buen día”.   Se movilizaban familias enteras y los fastos del enlace podían prolongarse varios días.

Los ritos cambian, se adaptan a las circunstancias, pero suele permanecer la función social. Las jóvenes parejas huyen de la parafernalia y del coste que supone una boda religiosa, pero luego no dudan en encadenar 4 o 5 despedidas de solteros en los lugares más recónditos del país.  Viven tan cómodos su soltería de oro y publicidad que les cuesta mucho renunciar a ella.

El matrimonio, en Roma, es una institución que garantiza el cuidado y protección de la madre. Es una pieza fundamental de la Ciudadanía, al margen de cualquier consideración religiosa y antropológica. Dicha función, que sigue siendo tan importante  hoy como hace 2.000 años, es muy diferente al “emparejamiento” propio de las sociedades árabes.  Por simplificar y resumir: el matrimonio era propio de casas ricos y nobles, y el emparejamiento, cosa de plebeyos.  El auge de la Iglesia Católica vino a democratizar la institución, casando por igual a ricos y pobres.

Nunca formaría parte de un club que me admitiera como socio. Pero toda regla tiene su excepción.