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Año 0. Día 4. Barcelona, donde la espalda pierde su nombre


Totalitarismo. Mil nombres para el sexo, solo uno para el amor.  Puede que sean mil etiquetas para no decir nada. Es estado de sumisión frente a la administración que se desboca.

Barcelona, la Ciudad de los Prodigios, a punto de tener un Regidor de Esquerra Republicana. La corrupta burguesía mandó emisario al norte para contratar al mejor mercenario. Pero Francia les ha vendido paquete por liebre, mulo paticojo.  194.461 votos: el listón mínimo que debe superar, lejos de los 868.365 que consiguió Arrimadas. Chupado: se queda  con 133.427. ¡Mon Dieu! ¡Qué ridículo! No es nada fácil pregonar virtudes y señalar herejes cuando se pierden 735.000 votos.

Con esa resaca de 6 concejales, el corrupto gremio quiere blanquear a Colau. Les hace gracia la chica que un día okupó el Consistorio para poder amargarle al Rey Felipe VI sus visitas oficiales.  Le faltaron los ovarios de la Forcadell, para recibir a Otegi y hacerse la foto, pero nobody is perfect.

El Liverpool humilla al Barça de Messi, Manuel Carlos Vals Galfetti se nos viene a las Españas a hacer de viejo verde, y Ernest Maragall, ya parece el listo de la familia: ¡algo grande está pasando en Barcelona!

El Nuevo Desorden Mundial


 

La nueva lógica de los últimos 29 años, que una legión de ingenuos insiste en llamar Globalización, se basa en la preeminencia del vasallaje feudal sobre los valores de la Ilustración.  Mientras  Romanos y Cartagineses acababan de dirimir su contienda,  son las hordas de bárbaros las que han asaltado los muros de la civilización y han vuelto a  imponer las caóticas leyes de sus tribus.

Un reciente informe sobre el elevado riesgo que entraña  la tenencia o propiedad de criptomonedas por parte de particulares, pone en evidencia la naturaleza caótica y feudal del orden cibernético articulado por las cadenas de bloques (blockchain).  Es lo equivalente a la transmisión de la memoria oral colectiva en la cultural tradicional, sustituido por el Derecho Positivo y el Registro Público a medida que las ciudades crecían de un modo desbocado. La necesidad de reconocer derechos básicos a los ciudadanos y de reglar su participación política y comercial alumbró muchas de las instituciones que conocemos hoy, bajo el paraguas del Estado Nación. Su máxima expresión no es la Democracia Parlamentaria, ni tampoco la Justicia: es la moneda de curso legal que unos y otros asumen y comparten. Éramos franceses o españoles porque compartíamos de un modo natural francos o pesetas, y no dólares.

Sirva un ejemplo. Al cambiar sus pesetas por euros de nuevo cuño, el ciudadano español no era consciente que asumía un Nuevo Orden cuya lógica no entendía y a cuyos tribunales no podía acceder. Si el BCE, el Bundesbank o la Comisión Europea le imponían nuevas reglas financieras en conflicto con sus propios intereses económicos no iba a tener nada fácil defender sus derechos. Del mismo modo, el consumidor que acepta usar una criptomoneda para sus transacciones está asumiendo una lógica ni siquiera intuye.  El salto es cualitativo. Está aceptando que el Orden Público garantizado por las instituciones que emanan del Estado Nación sea sustituido por una serie de Ordenes Privadas, en las que los súbditos son consumidores  pero no ciudadanos. Es decir: no pueden exigir ni hacer efectiva la tutela de los derechos que les puedan prometer.

El Nuevo (Des)Orden Mundial presenta un paradigma que coincide con el sistema de valores y oposiciones de la Ideología Protestante que impera en la mayoría de las regiones escandinavas y anglosajonas. Como apuntaba la Historiadora Elvira Roca en un artículo reciente, la esencia de las Reformas Luterana y Calvinista es eminentemente feudal y se definen por oposición a la vocación universal  del discurso de la Iglesia Católica que intenta apuntalar en Europa la vieja idea de Civis Romanus Sum.  Podría decirse que el Nuevo Desorden Mundial representa la arista más agresiva e integrista de la Ideología Protestante, en los límites en los que el espíritu Feudal raya con el fanatismo de los puritanos más sectarios.

(c) Belge