Así se titulaba una de las películas de Paco Martínez Soria. Y yo, cada vez que oigo o leo que hay gente que reclama con tanto entusiasmo la identidad, el derecho a decidir, mayores cotas de autonomía, el derecho a la autodeterminación, la independencia, el restablecer las fronteras de los antiguos reinos dentro de España, etc… me acuerdo de ese gran invento que es el turismo.
Nuestros políticos, que son gente ilustrada, sabia y muy capaz, han convencido a buena parte de la ciudadanía de que estábamos mucho mejor cuando España no era España, sino una colección de “países” con identidad propia, lengua propia e instituciones propias. Debemos recordar que aquellas instituciones eran absolutamente democráticas y ofrecían a los ciudadanos (no había súbditos) todos los servicios propios del estado de bienestar.
Vivimos en un lugar muy peculiar. No tiene nombre propio, pero por razones prácticas ha sido necesario encontrar una palabra políticamente correcta para referirse a él. Se ha impuesto mayoritariamente llamarlo “Estepaís”, aunque también se ha extendido, sobre todo entre los ciudadanos de ideología nacionalista, el uso de “Elestado”.
A Estepaís no se le reconoce una lengua propia. De hecho, se ha impuesto otra palabra políticamente correcta para denominar al idioma de uso mayoritario. Se trata de la palabra “castellano”, cuyo uso la Real Academia de la Lengua que no existe propone siempre en segundo lugar, y que en realidad era originariamente el nombre del dialecto que se hablaba en Castilla. Este dialecto evolucionó con influencias de otros dialectos y lenguas hasta convertirse en el idioma en cuestión, que se parece al dialecto original como un huevo a una castaña, pero el nombre que propone la Real Academia no se considera políticamente correcto y apenas se utiliza ya.