Vivimos en un lugar muy peculiar. No tiene nombre propio, pero por razones prácticas ha sido necesario encontrar una palabra políticamente correcta para referirse a él. Se ha impuesto mayoritariamente llamarlo “Estepaís”, aunque también se ha extendido, sobre todo entre los ciudadanos de ideología nacionalista, el uso de “Elestado”.
A Estepaís no se le reconoce una lengua propia. De hecho, se ha impuesto otra palabra políticamente correcta para denominar al idioma de uso mayoritario. Se trata de la palabra “castellano”, cuyo uso la Real Academia de la Lengua que no existe propone siempre en segundo lugar, y que en realidad era originariamente el nombre del dialecto que se hablaba en Castilla. Este dialecto evolucionó con influencias de otros dialectos y lenguas hasta convertirse en el idioma en cuestión, que se parece al dialecto original como un huevo a una castaña, pero el nombre que propone la Real Academia no se considera políticamente correcto y apenas se utiliza ya.
La gente no es consciente, pero estamos peor que en un estado de sitio. El enemigo se ha infiltrado ya a todos los niveles.En un estado de sitio se cumplen inexorablemente dos leyes de la guerra. La primera ley nos dice que es necesario disponer de cinco soldados al asalto por cada soldado en posición defensiva. De esos cinco, si el asalto tiene éxito, de media se pierden cuatro. Eso quiere decir que quien está en posición defensiva parte con mucha ventaja, si la posición es fuerte.Si el asalto no tiene éxito y el general al mando del ataque es capaz de gestionar bien la retirada se pierden pocos soldados. Tras el reagrupamiento y control de daños puede confiar en que quizá más adelante se le pueda presentar otra oportunidad más propicia. Si el general es incapaz entonces se pierden todos los soldados, el armamento y las provisiones.La segunda ley dice que hacen falta muchos recursos para planificar y llevar a cabo un asalto. Del orden de cinco hombres en retaguardia por cada soldado en el frente. Este efecto multiplicador hace que por cada soldado en posición defensiva el enemigo necesite un contingente de veinticinco hombres, cinco en el frente y veinte en la cadena logística.Una guerra tiene un desgaste muy importante para el que resulta atacado, pero sobre todo tiene un desgaste brutal para el atacante, que es quien hace la apuesta y lo arriesga todo. Si gana la guerra obtiene el botín, en forma de territorio, recursos, población, etc… Si va perdiendo y no se rinde antes de que sea demasiado tarde supone la destrucción total. Algunos que han perdido sus guerras ya no han levantado cabeza nunca más y llevan arrastrándose desde hace siglos. Ese es el coste de una guerra.La manera de reducir el desgaste del asalto y tener a su vez mayores probabilidades de éxito en el ataque es la infiltración. Pues bien, el enemigo lleva años infiltrándose a todos los niveles. Tenemos políticos que en unos casos son ignorantes, en otros pasotas, y en otros directamente son infiltrados del enemigo que llevan tiempo trabajando por encargo y llevándose el dinero a paraísos fiscales si son listos o gastándolo con ostentación sin son bobos.Si no se corta esa infiltración, y ya es muy difícil hacerlo, tenemos los días contados. Cualquier día nos despertaremos como si nos hubiesen dado una patada en el cielo del paladar, con una noticia impactante que será el pistoletazo de salida. Del tipo del incendio de Notre Dame, por ejemplo. A partir de ese detonante será cuestión de meses que Europa esté en guerra total.Notre Dame puede ser o no ese detonante, pero es el tipo de acontecimiento que desencadenará las acciones que nos llevarán a la destrucción total de nuestra sociedad.Muchos de los que ahora no quieren ver lo que tienen delante de sus ojos harán realidad una cita que me encanta pero no recuerdo quién la dijo:“Cuando todo rastro de civilización haya sido barrido de la faz de la tierra rezarás por tener a tu lado un hombre con una espada”Saludos
Nunca formaría parte de un club que me admitiera como socio. Pero toda regla tiene su excepción.
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