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Pandemic is over


Lo ha dicho Biden: Pandemic is over. Y si alguien sabe algo de guerras y epidemias, esa es la CIA. Lo que llamamos Inteligencia Americana es un ejército de 900.000 analistas, hackers, espías y mercenarios repartidos en más de 3300 agencias. Como tocan todos los palos, no hay fechoría que no se le atribuya. Si la CIA declara, solemne, que la pandemia ha acabado, es para que todo el mundo tome nota y ajuste el relato. Todos. Los negacionistas y los que salían a pasear al campo con doble mascarilla.. Es un alivio.Ya pueden compartir mesa y mantel y comentar las chorradas que han oído en la tele.

La Nueva Normalidad Nazi instaurada en España y resto de la UE consiste en robar a los contribuyentes y consumidores y justificar la Guerra de Ucrania. Es una resaca de mal vino que ha llenado de vomitonas el Escenario Público. No solo abjura de Dios en su inmensidad, sino que reniega de la Verdad. Frente a esa derrama de odio nihilista, no hay nada que reclamar y nadie a quien recurrir. Huelga comentar lo patético que ha resultado el reciente desfile de los 4000 borrachos.

Durante los meses de junio y julio, fallecieron 25.000 personas sin ninguna causa específica. España es así. Lo mismo se inventa 1 millón de muertos en la cuneta (7 por km de vial) que hace desaparecer 100.000 fallecidos por COVID. Si no sirven para sobrefacturar mascarillas o pretextar un Estado de Excepción, a nadie le importan. Todos esos delatores vocacionales que señalaban a sus vecinos en la calle o en el Metro, ahora meten el codo en el bar para que el camarero les atienda antes.

El balance es aterrador. En los países y regiones católicas, las víctimas se cuentan por millones. Desde hace 4 años, el 1% fallecido de la población ha desplomado la esperanza de vida media de 2 a 3 años. Es un dato que contrasta con la realidad de los continentes africanos y asiáticos, y de los países escandinavos.

La Revolución de las Masas


Con las prisas por redactar la memoria de mi licenciatura y armar la que iba a ser mi tesis doctoral, tenía pendiente leer a Ortega y Gasset. No era Nietzsche, pero sí de los pocos autores españoles del siglo XX que figuraban en el currículo académico en países como Francia o Bélgica. Leer no es hojear un libro para descifrar las ideas que contiene, es escuchar la voz de su autor. Hay que aislarse del tiempo, a consciencia, hundido en una butaca o sentado debajo de un nogal.

La Revolución de las Masas es un ensayo que se deja leer, a pesar del siglo transcurrido. Algunas de las reflexiones siguen siendo actuales, aunque su autor sería hoy el primer sorprendido. Lo que pesaba como amenaza provisional ha devenido hábito social, y lo que soñaba, su perfecta caricatura. Pero es un producto de la época: la justa proporción de nihilismo puritano y positivismo aristocrático que justifica su éxito editorial.

Ortega dice masa al conjunto de hombres sin cualidades, que se asume como tal, frente a una minoría selecta que se exige un nivel de perfección. Por extensión, ese enfoque puritano deriva hacia una crítica de la democracia. Hay demasiada gente para tan poco sitio. El Espacio Vital está comprometido porque la plebe no asume su condición política y moral. Pretende mandar cuando no tiene cualidades para ejercer esa labor.

El concepto de Hombre Masa, sobre el que Ortega y Gasset cimenta su sistema carece de profundidad. Es el típico tópico que se espera de cualquier puritano británico o intelectual germano de finales del siglo XIX. La visión aristocrática de la historia política y del mérito psicológico no resiste el análisis riguroso. Hasta el más burro de los urbanitas alelaos contemporáneos puede tener destellos de genialidad y arrebatos de disciplina. Lo que nos lleva a la pregunta fundamental: ¿Cuántas horas al día debe esforzarse un intelectual español o un ciudadano corriente para no ser considerado Hombre Masa? ¿Qué trabajos y tareas debe evitar?

En su libro, no menciona la hecatombe de la IGM. ¿Cabe mayor servidumbre moral para un contemporáneo que la de acudir puntual a su cita con la muerte? El hecho, notable, contradice su propia definición. Acepta el pesado sacrificio en nombre de la civilización, como partícipe de la sociedad moral que le ha tocado vivir. No huye, ni le echa en cara a Ortega y Gasset que se fugara a Holanda y Portugal una década después. Si no hay mayor amor que dar su vida por los demás,aunque sea por razones equivocadas, la pretendida razón aristocrática de los puritanos quedó sepultada en las trincheras de Verdún y de Ypres.

La izquierda ilustrada y puritana, que emana de la revuelta luterana, ha hecho suya la dialectica para poder tunear las ideas y los conceptos que compromete en su ejercició del poder. Haz lo que predico, nunca lo que hago. Hoy puede elevar loas en el altar de la Democracia Plena y seguir señalando al Hombre Masa con el índice, acusado de populista. Si disiente de las líneas maestras de la Revolución Puritana, y no comulga con los mandamientos y consignas políticas de la Agenda, se convierte en un bulto sospechoso. Es necesariamente prescindible en la nueva sociedad de castas ejemplares.

El “vivir a gusto, es de plebeyos”, que coreaban con entusiasmo filósofos como Goethe, Spencer, Charles Darwin y el propio Ortega y Gasset, vuelve a sonar tras el paréntesis de la II GM: El “No necesitas nada para ser feliz” ha devenido “No tendrás nada y serás feliz” y se quedará pronto en “No tendrás nada”. La felicidad está muy sobrevalorada.

© Belge

La gestión de la pandemia o como ponerle puertas al campo


La desastrosa gestión de la pandemia en España ha sido lo más parecido al vano intento de ponerle puertas al campo. Ha sido un esfuerzo baldío, si, pero nada ingenuo: gracias a él miles de cargos públicos han conseguido salir ilesos de la crisis sanitaria y eludir su responsabilidad. Una vez más se cumple la inexorable Ley de Bronce que reza que lo mejor que pueden hacer los representantes políticos, es no hacer nada.

En un estudio estadístico que se llevó a cabo en todo el mundo, aparece una pauta universal muy clara: la mayor socialización en el periodo escolar inmuniza a los niños. La mortalidad crece y se dispara cuando la gente deja de tener vida social. Es algo que tiene mucho sentido, aunque suene a extraña paradoja. Nada lo ilustra mejor que lo que ha sucedido en la localidad de El Barraco, en la provincia de Ávila.

La Residencia Virgen de la Piedad es de titularidad municipal y tiene lista de espera. El medio centenar de ancianos que albergan sus instalaciones han vivido confinados o semiconfinados los últimos 18 meses de pandemia. Los familiares podían saludar a los abuelos a través de los generosos ventanales. Gracias a eso y la vacunación de todos los residentes, decían, no se había registrado ni un solo contagio de COVID. Y fue así desde el 8 de marzo hasta finales del pasado mes de julio.

La estadística, cuando es rigurosa, suele brindar valiosas pistas para el análisis de la realidad, al margen de prejuicios, tópicos y sesgos cognitivos. Lo ocurrido en El Barraco es buena prueba de ello. La incidencia acumulada (IA) se disparó y el coronavirus se cebó con los inquilinos de la Residencia de Ancianos. En un periodo de 30 días, entre agosto y septiembre, fallecieron 17 vecinos, todos vacunados con la pauta completa. La secuencia de los hechos es idéntica a la que padecieron muchos geriátricos de Castilla La Mancha , Madrid y Castilla León cuando la mortalidad se disparó un 800% en marzo y abril de 2020.

La media histórica de los últimos 25 años en el municipio de El Barraco es de 2,22 defunciones por mes. Es una tasa de mortalidad específica elevada, por encima de la media nacional, a semejanza de lo que ocurre en toda la España Interior. Lo que no resulta tan evidente es lo que se observa al analizar los datos de los últimos 18 meses que dura la epidemia de coronavirus. Hasta el 1 de agosto, sólo habían muerto 23 personas (1,27/mes) muy por debajo de una media mensual que vuelve a aparecer con precisión si le sumamos los fallecidos de la Residencia. En total, 47 vecinos de la localidad desde el 1 de enero de 2020 (2,23/mes). 

Tasa de mortalidad comparada en el Valle del Alberche

Pueblo 2000-2009 2010-2019 Nativos +75 años  Tasa
Burgohondo 153 178 1087 218 82/1000
Navaluenga 272 331 1845 239 139/1000
Navalacruz 56 42 211 56 75/1000
Navalmoral 97 91 317 93 98/1000
S.Juan Nava 86 95 443 87 109/1000
El Barraco 264 262 1754 324 81/1000
Cebreros 390 437 2693 469 93/1000
El Tiemblo 449 493 3569 518 95/1000
Total 1767 1929 11919 2004 96/1000

Fuente: INE

El Barraco

Año 2017 2018 2019 2020 2021
Defunciones 37 16 27 24 23
Media mensual 3,08 1,33 2,25 2 2,72
Media acumulada 3,08 2,21 2,22 2,17 2,25

 

¿Qué significa, en concreto, esta ensalada de cifras? Algo que unos pocos analistas y epidemiólogos observaron y anticiparon desde marzo de 2020: el contagio vírico no se puede impedir. O bien se contagia la población de forma progresiva, alcanzando la inmunidad colectiva, o bien se contagia la población de golpe cuando acaban rompiendo los precarios diques de contención allí donde se acumula la carga vírica por falta de ventilación. Ese parece ser el motivo de que las burbujas más protegidas acaban siendo, paradójicamente, los lugares que resultan más expuestos a contagios masivos. Como dijo Blaise Pascal, el gran matemático, filósofo católico y moralista francés del siglo XVII: L’homme est moitié ange, moitié bête, mais en voulant faire l’ange, il fait la bête. El divertido aforismo es Intraducible, como la vida misma.

© Belge

Contención del contagio y alarma social


La globalización ha llegado 200 años antes de tiempo. Este aforismo significa que no se ha inventado, aún, un sistema de contención tan eficaz como el que ideó la Naturaleza para preservar la vida. El aislamiento ha permitido que la especie humana sobreviva y prospere en el planeta.

La propagación del virus SARS COV 2 a partir del foco inicial de Wuhan plantea no pocas dudas. ¿Cómo ha sido tan rápido? ¿Porque se han contagiado antes los países ricos que lo pobres? Calcular el momento 0 y conocer cómo se transmite, ha permitido verificar que el periodo de incubación y la tasa de contagio a terceros duplica la de una gripe normal. Si el portador del virus se lo contagia a 3 personas sanas, en tres semanas, cuando se detecta el primer caso grave, ya hay más de 500 personas con coronavirus sin saberlo.

En la velocidad del contagio influyen diferentes parámetros, pero todos acaban siendo relativos cuando la población afectada adquiere masa crítica. Dicho de otro modo: al mes de originarse el foco, en esa ecuación ya sólo es determinante el factor tiempo. Si se quiere frenar la propagación de la enfermedad, hay que poner en cuarentena a la mayor población posible. El siguiente cuadro lo ilustra.

Grados de propagación y contención de un virus letal (0,2%)

 

Grado (G) Tiempo (T) Propagación (P) Contención (C)
1 Momento 0 1 1.000.000 
2 30 días 20 100.000
3 40 días 500 10.000
4 46 días 5.000 1.000
5 52 días 50.000 100
6 58 días 500.000 10
7 64 días 5.000.000 1

Donde: (G) es una escala logarítmica que indica la magnitud del contagio,

(T) es el periodo de tiempo transcurrido desde que se calcula el momento 0 del contagio inicial,

(P) es el número de casos graves contabilizados por las Autoridades Sanitarias,

(C) es el volumen de personas máximo con el que debemos estar en contacto para reducir la probabilidad de contagio,

La percepción de miedo social es un arma de doble filo. Nos ayuda a mantener la alerta pero nos paraliza y confunde. La Orquesta del Titanic toca siempre de noche y con alevosía. El “aquí no pasa nada”  de los rebaños pastoreados es tan peligroso como el Síndrome de la Carretera Cortada.

Desde que se conoció que Italia ordenaba poner en cuarentena a 50.000 habitantes del Norte de la península, han transcurrido 400 horas. Es el tiempo que el virus ha necesitado para multiplicar por 400 el número de afectados. Es el tiempo que el gobierno de Sánchez, Iglesias y Junqueras ha tardado en no decidir nada, para no alterar su agenda musical. Ayer tocaba charanga por las calles de Madrid y hoy están de resaca. A ver quien es el guapo que los despierta para decirles que ya hay 979 infectados en España.

© Belge

Anatomía del Coronavirus