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Los años en que vivimos peligrosamente

El testimonio que reproducimos a continuación, y del que hemos omitido los nombres, empezaba con el inocente chascarillo de un turista, que se extrañaba de no escuchar euskera por las calles de Bilbao. “Aquí no habla euskera ni Dios”. Sería por aquello de que, como en el chiste, allí sólo hablan dos lenguas: en español y con tacos.

Eso es porque los bilbaínos somos españoles con muy mala leche, y el euskera es un idioma que no tiene tacos, así que no nos vale. El País Vasco es un sitio con el mismo porcentaje de hijos de puta que el resto, lo que pasa es que los hijos de puta de aquí llevan muchos años saliendo en la tele. Ahora en serio.

El mal siempre se abre camino, es una multinacional que mueve el dinero por los mismos canales. En el País Vasco fue el terrorismo, en Galicia la droga, en Valencia la corrupción de menores, en Andalucía la corrupción. En Madrid, como ciudad cosmopolita, excepto terrorismo hay un poco de todo, etc… En ese negocio del mal las transacciones no son en dinero, son en especie. Tú me colocas unas armas por aquí y yo te coloco cocaína por allá y el otro nos trae unas menores ucranianas en el viaje de vuelta.

En el País Vasco hay muy buena gente, igual que en todos los lados, pero les han sorbido el seso desde niños con las ideas nacionalistas, que además son de pega, porque salvo los energúmenos de Bildu, antes HB, nadie piensa en serio en la independencia. Si hay algo español, español, es un vasco, joder. Si media América la conquistaron entre vascos y extremeños.

Lo peor de la versión de la multinacional del mal que nos tocó aquí es que entró por la puerta de la Iglesia. Fueron los curas los que estuvieron desde el principio detrás de esto.Algunos se asombran de la afición al monte que hay por aquí, por ejemplo. No es que seamos bichos raros, es que cuando los nacionalistas, en tiempos de Sabino Arana, eran cuatro gatos, para llamar la atención se propusieron colocar una ikurriña en cada cima. Hasta el himno lo dice. Goazen gudari danok (venid gudaris todos) mendi tontorrean (a la cima del monte) ikurriña lantzean (a ondear la bandera)

Y ¿cómo se extendió la afición al monte? A través de las actividades de los curas con los jóvenes de la catequesis. Hace cuarenta años, si se veía un cura con un grupo de jóvenes y eran vascos, entonces estaban en el monte, sin duda, Y en esos grupos, los curas más radicales iban captando voluntades. A los que eran más propensos los llevaban ya no de excursión, sino a “colonias”, a convivencias en una aldea apartada, y con la excusa de hacer monte les comían el coco definitivamente, y luego ya, una vez reclutados para la causa, se los pasaban a los que dirigían el entramado terrorista.

Esa es otra, esos dirigentes eran casi todos ellos hijos de los millonarios de Neguri, como cuenta Jon Juaristi en uno de sus libros. Cuando en los años setenta ETA asaltó el club naútico de Las Arenas, algunos de los allí retenidos reconocieron las voces de su hijo, su sobrino, o el amigo de su hijo.Al día siguiente de liberarlos fue un sálvese quien pueda. Todos los capitalistas del País Vasco escaparon a Madrid. Malvendieron todo lo que tenían para poder ponerse a salvo, porque en Bilbao no podían ya fiarse de nadie, ni de sus propios hijos. La crème de la crème de la burguesía vizcaína.

De los cuatro curas de mi parroquia en P: Uno, un tal R. era el contacto que llevaba la gente a San Juan de Luz para negociar el impuesto revolucionario. Otro, G., era el que llevaba a los chavales al monte, hermano de otro G. encarcelado por ser miembro de ETA. Su familia era la propietaria de uno de los mayores concesionario en el País Vasco, que luego se convirtió en una red de concesionarios. El párroco, A., también fue detenido en multitud de ocasiones acusado de colaboración con ETA, aunque nunca pudieron probar nada, era listo de cojones. El único que era un poco noble era A., que además cantaba de puta madre. Yo iba a misa a esa parroquia básicamente por dos cosas: el órgano y la voz de A. A mí nunca me llevaron los curas al monte, sólo me llevaba mi padre. De los cuatro, tres se salieron de curas. Todos menos el párroco. Pero ese se cepillaba a la madre de un chaval de mi barrio, cuyo marido era marino y estaba meses fuera de casa. Con la disculpa de que era muy religiosa el cura entraba y salía de aquella casa como Perico por la suya.

Renunciaron a la paga del estado y montaron un sistema de “donaciones” de los parroquianos, que tenían que depositar en un sobre con su nombre su aportación mensual. Tenían a todo Dios controlado. Si alguien aportaba poco dinero lo llamaban al orden: Eh! Que tú puedes aportar más, que sabemos lo que ganas. Y la gente, por miedo, agachaba las orejas y pagaba.

A unos conocidos de mis padres que tenían un negocio que iba bastante bien les llegó un sobre con la “cartita” de ETA solicitando el impuesto revolucionario.  Hablaron con su hijo, que estaba ya radicalizado, y éste les llevó a hablar con el intermediario, el cura R. El cura les planteó lo que había que hacer y cuánto dinero tenían que apoquinar. Ellos dijeron que no podían pagar tanto, que no tenían ese dinero. El propio hijo dijo en la reunión: “Papá, cómo que no tenéis dinero. Podéis vender el piso”.

Un vecino se lanzó a la piscina y montó su propia empresa, con un compañero, y les iba muy bien, había trabajo a patadas en aquello por aquellos años. Recibió la cartita. Fue algo que acabó sabiendo todo el barrio. En pocas semanas se marchó. Imagino que decidió no pagar a aquella gentuza. El hijo era de mi edad y jugaba conmigo de niño. Su hija era de la edad de mi hermana y jugaban juntas también. Yo siempre he dicho que los mejores fueron los que decidieron marchar. Los que se quedaron fueron víctimas, sí, pero decidieron pagar, es decir, que ETA matase a otros en su lugar. Ya sé que tiene que ser muy duro que te toque pasar por ese trance, pero tengo muy claro que si me hubiese tocado a mí no habría pagado ni un céntimo y me habría largado a montar mi vida en otra parte.Un amigo de mi padre tenía un local. Trabajaba como un cabrón. No tenía hijos. Le reclamaron el impuesto revolucionario. En menos de una semana desapareció. Ni siquiera se despidió de sus amigos, aunque al cabo de algunos años contactó con alguno de ellos. Uno le fue a visitar. Se había marchado a vivir al pueblo de sus padres. Le dijo al amigo que él a P., donde había nacido, no volvería en su puta vida. El local lo lleva desde entonces uno de sus sobrinos, que por entonces era ya muy radical. Me  apuesto un huevo y parte del otro a que estuvo metido en el ajo.

Todo esto que os cuento son detalles de la historia del miedo que vivió mucha gente en aquellos años. Y para joder más, cuando los de bilbao salimos fuera del País Vasco, muchas veces tenemos que escuchar cosas del estilo: ya están aquí los de la ETA. Los que no hemos comulgado con la causa somos de segunda en el País Vasco y algunos gilipollas nos consideran de segunda también fuera del País Vasco.Las “donaciones”a la parroquia, que era la más grande de P. y en aquellos años no se cabía en misa, eran el mínimo 5000 ptas, pero a muchos les exigían 15000 ó 25000 ptas, o incluso más. Eso como aportación mensual, pero si además la economía del parroquiano era boyante, entonces llegaba la carta de ETA. Estoy hablando de principios de los setenta. El dinero que recaudaban cada mes aquellos curas era una auténtica barbaridad.Estamos hablando de varios millones de pesetas al mes en los setenta, casi nada.

El mal es un parásito que se come un porcentaje de la economía. En algunos lugares muere de éxito, porque acaba fagocitándolo todo y matando al huésped. Pero los capos suelen ser listos y normalmente saben hasta donde pueden apretar. Por eso la Mafia lleva sobreviviendo desde que la inventaron los catalanes de las colonias del Mediterráneo de la Corona de Aragón.La mafia es un invento catalán, pero son modestos y no lo quieren reconocer.”
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