David Cameron tenía razón. La contundente victoria de los conservadores británicos, favorables a un BREXIT duro, despeja cualquier duda. En España, la Prensa adicta al poder ha optado por el insulto. Su explicación del BREXIT es que David Cameron era un irresponsable, Theresa May, una pusilánime, y Boris Johnson, un populista enloquecido. Si los partidarios de sacar al Reino Unido de la Unión Europea ganaron el Referendum, fue por culpa de los rusos, de los algoritmos, de facebook, de los jóvenes británicos que se quedaron dormidos y no fueron a votar, de los populistas xenófobos del Interior. Había que repetir la votación.La realidad es más sencilla. Si Alemania no hubiera suprimido el Veto en la UE, nunca se habría producido el BREXIT. Londres habría ejercido su derecho para bloquear la Unión Bancaria y preservar los intereses de la City. Los británicos pensaban que fuera de la Unión Monetaria estaban a salvo de los peligrosos germanos, pero se equivocaron. El desarme arancelario impuesto por la Industria alemana les afectó igual que al resto de economías de la eurozona.La treta o el truco del BREXIT se le debió ocurrir a la Canciller Ángela Merkel. Antes de confirmarse el resultado del 23 de junio de 2016, y ser nombrada Theresa May en sustitución de Cameron, ya ofrecía como “solución” la Vía Noruega. Otra isla en medio de la UE, con sus privilegios financieros y ventajas comerciales, a cambio de renunciar al voto. La apuesta parecía arriesgada, pero era un simple farol. Buena prueba de ello, es que concedió a Escocia una amable consulta sobre su independencia. Zanjaba la cuestión de modo preventivo.Pero los faroles los carga el diablo. Las declaraciones de la Reina, a favor del BREXIT, debieron inclinar la balanza. En lugar de verse políticamente reforzado, Cameron tuvo que romper el cheque en blanco que había firmado para la reforma de los tratados en la UE. El Premier ya barruntaba que el pueblo británico no aceptaría el enjuague, y de ahí sus palabras de advertencia carga de Historia.Como ya ocurrió antes de la Primera Guerra Mundial, era como si la Opinión Pública europea viviera en un universo paralelo. El grado de manipulación informativa imposibilita la inteligencia del pulso proteccionista entre Alemania y el Reino Unido. Aburrida del tema, por la repetición mecánica de los movimientos, ha sido incapaz de apreciar los matices y observar el juego de manos de los fulleros.¿Qué va a pasar ahora? No puedo dejar a mis amigos lectores sin una respuesta, aunque ya la pueden intuir. Del mismo modo que la salida preventiva de la Unión Monetaria con la ayuda de EEUU facilitó que Alemania impusiera el Tratado de Maastricht a los socios católicos del Sur de Europa, la Solución Suiza que se acaba de votar en el Reino Unido abre la puerta a una peligrosa reforma unilateral de la UE.Enlaces de interés para entender el debate que se abrió en el verano de 2014, coincidiendo con los preparativos de la Operación Tsipras:
¿Qué va a pasar con las elecciones europeas en el Reino Unido?
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La productividad es uno de los conceptos estrella de la retórica económica. Se emplea para un roto y un descosido. Junto con el de economía de escala y la ley de la oferta y demanda, le sirve a los sacerdotes del gremio para no explicar nada con mucho énfasis y convicción. Dar más por menos, con los mismos recursos…Hasta suena redondo.Sería interesante buscar ejemplos concretos, por países y sectores, en los que se pueda comprobar si se verifica la Santa Trinidad del discurso económico. Máxima productividad de los empleados, demanda adictiva del producto y economía de escala de todos los recursos utilizados.Entre 2003 y 2018, el coste laboral medio en España ha subido de los 16,5 a los 21,5 euros. La tendencia aquí contrasta tanto con la zona Euro como con el conjunto de la UE. Son casi 10 euros de diferencia por hora trabajada. Por sectores, la subida de costes salariales es mucho más acusada en los países del Norte y del área protestante, con Dinamarca a la cabeza. Encabeza el ranking, Noruega, con el equivalente a más de 51 euros por hora.¿Es más productivo un camarero danés, alemán o sueco que un español para que le paguen casi el triple? ¿Cuesta menos producir un litro de cerveza? ¿Es tan grande la avalancha de clientes en los bares que pueden cobrar 8 euros por lo que en España les piden 2 euros? ¿Hay más visitantes y turistas por esos desapacibles lares que por estas tierras amables y soleadas? Otra respuesta interesante de conocer sería: ¿cuántos bares y cafeterías quedarían abiertos en nuestro país si tiraran el litro de cerveza a 16 euros o pagaran salarios de 40.000 euros al año?De los ejemplos anteriores se desprende que el mismo concepto de “mercado” unificado con una moneda común es una herejía. El rico panetone milanés, a más de 50 euros, no tiene demanda en España, ni siquiera en el Corte Inglés. Y lo que es cierto para la golosa pastelería, es verdad para los complementos de moda en el escaparate de cualquier boutique.¿Cuál habría de ser la productividad ideal del trabajador tipo para poder pagar con impuestos españoles unos zapatos a precios de Viena, una camisa de Milán, comerse un menú de Copenhague, tomarse una cerveza de la Plaza Navona o alquilar un piso céntrico de Munich? ¿ A qué actividad debería dedicarse el empresario de turno, aquí y allá, para soportar con alegre beneficios unos costes salariales de 100.000 euros al año?(c) Belge