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¿Qué significa el BREXIT?


Con ajena mano, sacar la culebra del horado. Se tardan años en calar la profundidad del refranero castellano y como transmiten las grandes civilizaciones su ajuar de expresiones y hábitos.  En 1992, se produjo el primer BREXIT.  Londres consiguió, con la ayuda de EEUU, que pareciera un desdichado accidente.  Entonces, igual que hoy, las negociaciones por la reforma de las instituciones europeas y la firma del Tratado de Maastricht estaban encalladas. El Reino Unido, que no era partidario a priori de la Reunificación de la RFA y RDA, debió entender que Alemania se la estaba jugando a sus socios de la CEE, con una formidable expansión encubierta de su masa monetaria. La fuerte subida de tipos de interés de las divisas que componían la Serpiente Monetaria y la brusca recesión económica que provocó en toda Europa en 1991 y 1992 fue una cortada para urdir una genial estratagema. Soros fue el encargado de ejecutar la maniobra. Benditos especuladores.

Existe otro dicho castellano, que sirve lo mismo para el ajedrez, el dominó, el póker o la política. “La jugada de salida ten presente, que es lo primero que se le olvida a la gente”. No se entiende la jugada, hasta que la partida está acabada. El arte del ajedrez consiste en confundir  al adversario sobre las intenciones del movimiento de peones.  El primer envite es fundamental y cualquier buen estratega que se ve en apuros necesita recordarlo para poder reconstruir el “relato”.  En el caso presente que nos preocupa  –  y ya ha llovido lo suyo en Londres  – la “jugada de salida” (BREXIT)  se produce en 1992.

A la vista de los acontecimientos, no es ninguna casualidad que David Cameron convocara primero un Referéndum sobre la Independencia en Escocia. Es obvio que su finalidad era desactivar un movimiento político posterior que pudiera bloquear el BREXIT.  De modo que la implacable lógica nos conduce por otros derroteros.  Las palabras de la Canciller Ángela Merkel, ofreciendo al Reino Unido acomodo en el limbo noruego confirman la premeditación.  Se repite la misma jugada que permitió a Alemania crear la Unión Monetaria con un Marco devaluado y a la City de Londres beneficiarse de ella.  No es casualidad que en el primer borrador del Euro fuerte bajo dirección del Bundesbank se incluyeran solo a monedas  débiles del Sur.

Con el BREXIT, Londres renuncia a votar de IURE en la Comisión Europea y entra a formar parte, a cambio de poco dinero,  de un selecto club conformado por Suiza, Noruega, Islandia, Suecia y Dinamarca.  Todas son ventajas económicas y políticas, a cambio de supeditarse a la primacía política de Alemania, que pasa a tener un 25% de votos.  BREXIT hacia el IV Reich, escribíamos hace poco tiempo.  Tras 9 rondas de negociación en las que los europeos no han aceptado el trágala comercial de EEUU, el gobierno británico le ha lanzado un farol  en toda regla a Francia. O la UE claudica y firma el TTIP en beneficio de EEUU y Reino Unido,  o Londres dejará de hacer de contrapeso de Alemania en el continente europeo.

El farol del BREXIT se les ha ido de las manos a los británicos y a los americanos.  El beneficio económico del TTiP que calculaba la City  – algo más de 10.000 millones de Libras – compensa el pequeño sobrecoste por dejar de votar en Bruselas y pequeñas represalias sentimentales,  pero no está valorando el verdadero riesgo de que Francia dinamite la UE y Trump gane las elecciones en EEUU.  Al cabo de muy pocos meses, tendríamos a dos potencias como Alemania y Rusia buscándose las vueltas.

 

© Belge. 1 julio 2016

Brexit, manipulación y Churchill.


El sábado pasado, viendo Keiser Report, comentarón que cierta «entidad» realizó una apuesta importante y, con ello, alteró el porcentaje en las casas de apuestas sobre el tema Brexit, al escuchar ese comentario vi la jugada en la mente. El año pasado fue el truco del «sí, pero no» de Grecia, donde a mercado cerrado daban la noticia de que sí iban a estar a favor de todo lo que dijese Europa y, tras haberse posicionado en largo y haber hecho ganancias, se posicionaban en corto antes de decir que no, que de eso nada, que no estaban de acuerdo. Esa jugada se repitió varias veces hasta que Europa ya dió un ultimatum, por lo que alguién se forró (probablemente Varoufakis y algún que otro amiguete de él).

Este año ha sido la jugada de las casa de apuestas por el tema Brexit, una «entidad» compra con el pánico y la incertidumbre ante el posible resultado del referendum, acto seguido realiza una apuesta cuantiosa para manipular el porcentaje en las casas de apuestas. Algo no cuadraba cuando había tanta diferencia entre las estadísticas oficiales (aproximadamente un 50% por la permanencia en Europa) y las de las casas de apuestas (que solo daban un 26% a la opción de abandonar Europa), una de las dos, o las dos eran erróneas. Tras llegar al precio que deseaban venden, independientemente del resultado ellos ya habían hecho su agosto.

Creo que es bueno conocer el tipo de jugadas que hacen para futuras ocasiones en que reine la incertidumbre, esta claro que lo mejor era permanecer fuera del mercado o, en su defecto (mi caso por ejemplo), mantener las posiciones con stops amplios (semanales) en la dirección natural del mercado, con el riesgo controlado, y olvidarte del ruido del corto plazo.

Con el tema del Brexit y Reino Unido (de momento unido, ya veremos como acaba todo esto), me viene a la mente la famosa frase de Winston Churchill: «No creo en ninguna estadística que no haya manipulado antes», o esta otra: «hay verdades, medias verdades, mentiras y estadísticas».

«El patrón de Churchill» se ha vuelto a cumplir en las elecciones españolas, cuando las encuestas vatacinaban un fuerte auge de Unidos-Podemos que al final se ha quedado en poca cosa. La próxima vez haced como Winston Churchill y no os fiéis de las encuestas y de las estadísticas.

Este artículo se publicó por primera vez en http://www.labolsa.pro/opiniones-sobre-la-bolsa/20-brexit-manipulacion-y-churchill

¿Quién teme al BREXIT feroz?


Cuando el diablo se aburre, con el rabo mata moscas. El referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea es la continuación de la política exterior que sigue Londres desde 1992.  En octubre de 1990, y en contra del deseo expreso de Margaret Tatcher, la Libra se había integrado en el embrión de la Unión Monetaria que era la Serpiente Monetaria a un cambio de 3 marcos alemanes por libra, el mismo tipo de cambio al que fluctúa de facto desde hace años la Libra esterlina.  Pero con la crisis de 1992, y el fuerte incremento del paro, los partidarios de mantener la soberanía monetaria del Banco de Inglaterra  se debieron sentir fuerte e idearon una feliz estratagema con la ayuda de EEUU.  Bloquearon la negociación sobre el Tratado de Maastricht hasta conseguir sacar a empujones un estatus privilegiado al margen de la Unión Monetaria.

Para aplacar a los franceses, los británicos debieron prometer un periodo de Transición, tras el cual se sumarían al Euro. Y durante una larga década se hicieron de rogar y se dejaron querer. El laborista Tony Blair estuvo prometiendo hasta el año 2004 que un referéndum sobre el Euro era inminente. En realidad, hizo de gancho: una hábil maniobra para no espantar a las víctimas de la Unión Monetaria. Nunca tuvo el Reino Unido ninguna intención de adoptar un Euro diseñado por el Bundesbank y dirigido desde Frankfurt.  Hoy menos que nunca.  Gracias a no estar sometidos a la caprichosa y delirante política monetaria alemana, el Reino Unido logró capear la fuerte crisis de 2007 y salvar a sus bancos.

El BREXIT es una evidencia. Los británicos viven en el mejor de los (dos) mundos.  Dentro de la Unión Europea gozan de facto de un estatus a la Suiza. A todos los efectos están dentro del Proyecto Europeo y se benefician de todas sus ventajas económicas y políticas, pero sin ningún compromiso ni obligación solidaria para con el resto de los socios.  Juegan, al igual que Alemania, Suiza o Dinamarca, a pertenecer a una Europa de dos velocidades.  La de los ricos y pobres,  acreedores y deudores.  Y nadie se lo puede reprochar: ni siquiera Francia está ya a gusto en esta deriva del Proyecto Europeo que ha reabierto una vieja fractura religiosa entre protestantes y católicos.

Aunque Londres aceptó a regañadientes en 1992 la libre circulación de las personas en el Continente, lo cierto es que el grueso de la inmigración en el Reino Unido procede de sus propias colonias y de países de Este como Polonia a los que fue, deliberadamente, a pescar trabajadores cualificados. El cinismo de los británicos con relación al Espacio Schengen es absoluto: llevan más de 20 años abusando con gran descaro de la hospitalidad española y multiplicando los fraudes a su sistema sanitario.

Tal y como lo ha planteado David Cameron, el BREXIT es un “farol” bastante burdo. En su origen, tenía cuatro dimensiones.  La primera, de política interior, buscaba contrarrestar con un referéndum explícito la baza del creciente euroescepticismo latente.  La segunda, conseguir de Bruselas una especie de derecho de veto permanente para el Reino Unido sobre cualquier cuestión soberana que le afecte.  En el fondo, no deja de ser una vuelta al mecanismo de veto de la CEE, que se sustituyó por el actual sistema de cuotas. La tercera dimensión es un verdadero pulso a la política exterior de Francia para que rinda y firme el Tratado Comercial con EEUU.  La cuarta dimensión del BREXIT es fundamental para entender cómo se está desarrollando: Londres entiende que ni Alemania ni Francia pueden permitirse subir la apuesta, de modo que el farol sale gratis.  Si gana el referéndum por la permanencia, David Cameron sale políticamente reforzado, dentro y fuera del Reino Unido; si por ventura lo pierde…se repite el referéndum como ya ocurrió en Irlanda cuando vencieron los partidarios del No a la Constitución Europea y al Euro. Tan sencillo como eso.

Si no hubiera sido por la desastrosa gestión de Rodríguez Zapatero entre 2004 y 2011, España se encontraría hoy en la misma tesitura que el Reino Unido. Podría permitirse estar fuera del Euro y fuera de la UE, mejor que sometida a los caprichos monetaristas y religiosos de Alemania.

© Belge

El pequeño gran negocio de la economía sostenible


neumaUn negocio redondo. Arde en Seseña  un cementerio ilegal de 10 millones de neumáticos usados.  Una columna de humo tóxico y altamente cancerígeno emborrona el cielo velazqueño de Madrid. Es un peaje que hay que pagar a los lobbies que han hecho de la ecología un gran negocio cautivo. Ni siquiera el macro escándalo provocado por el fraude empresarial del Grupo Volkswagen ha servido para abrirle los ojos a la Opinión Pública sobre la estafa de la economía sostenible.

Cada año se venden en España unos 40 millones de neumáticos nuevos. Del orden de  300.000 toneladas de caucho. En cada transacción se aplica a todo tipo de turismo un impuesto de reciclado llamado ecovalor,  cuyo importe asciende a 1,57 euros desde el 1 de enero de 2009. En el caso de neumáticos de camiones, tractores y demás maquinaria pesada, dicha tasa supera los 20 euros por unidad.

El Ayuntamiento de Seseña, en manos de IU  hace más de una década, se dio a conocer por su enfrentamiento con el “Pocero Malo”.  Enseguida miles de pretendidos ecologistas y activistas profesionales de izquierdas se movilizaron contra los planes urbanísticos de Francisco Hernando, en nombre de la “sostenibilidad”.  No deja de tener su punto de guasa que hayan consentido 13 años una montaña ilegal de  neumáticos y hayan protegido al “ecologista” que se ha dado a la fuga.  Una sensibilidad medioambiental muy selectiva.

Todos sospechamos, con irrebatible criterio lógico, que en decenas de cementerios de este tipo se almacenan un alto porcentaje de los neumáticos usados que se cambian en España.  Tampoco es casualidad que estén ubicados en las afueras de las grandes ciudades para abaratar los costes de transporte.  Sin contar todas las subvenciones y costes centrifugados en las distintas partidas de los Presupuestos Generales del Estado, un porte de gomas usadas hasta Seseña puede reportar 2.000 euros. Un negocio redondo que se puede estimar,  entre impuestos directos e indirectos, en más de 4.000 millones de euros desde 2004.

(c) Belge