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La crisis de la Prensa

En las Facultades de Periodismo de Europa, cuando Europa y el Periodismo eran cosas serias, lo primero que se enseñaba es que el negocio de la Prensa  – como su nombre indica – consistía en vender papel.  Por 25 Francos Belgas o 75 pesetas se podían comprar 300 gramos de papel que olía a tinta fresca.  Siguiendo el modelo americano, el domingo daban papel suficiente para aburrirse de leer, acometer las chapuzas de la casa y encender la chimenea de leña.

Lo segundo que se enseñaba, es como nació su función social y el vuelo que le dio la Ilustración francesa.  El genial padre de la Enciclopedia, Denis Diderot, escribió las aventuras de Jacques el fatalista y su amo. Lo hizo a modo de burla y sin demasiadas intenciones de editarlas, pero como ocurrió con Miguel de Cervantes fijó una determinada manera de encadenar los hechos sin más lógica que la propia estructura del relato. Nada más nacer, ya habían señalado las imposturas de la incipiente industria.

Un estudio científico que llevé a cabo a para la tesis doctoral mostraba que en una proporción superior al 90%, los artículos que se publican en los periódicos solo tienen una fuente. Eso ocurría en los años 80, cuando no editaban todos las medios las mismas noticias de agencias. El mismo experimento confirmaría hoy un porcentaje muy superior.  Es un periodismo de comunicados disfrazados de noticia relevante y de declaraciones políticas grandilocuentes y completamente intrascendentes, y lo que toda la vida de Dios se conoció con el nombre vulgar de “propaganda”.

Dado que no existe diferencia entre la información pertinente, útil y cara, y la plomiza propaganda gratuita, es lógico que ni los lectores ni los anunciantes quieran pagar por algo que carece de valor.  Es más: los políticos que dan de comer a los periodistas para que la levita no les arrastre por el suelo ya se encargaron de criminalizar de modo preventivo el derecho a la información.  Si la noticia vale dinero, el periodista puede ser acusado de “conspirar para alterar el precio de las cosas”; si es política y judicialmente relevante, le reprocharán quererse convertir en político y juez; si la información del tiempo es pertinente y útil para elegir el lugar de vacaciones,  los hosteleros le lincharán por inoportuno.

Con la creación y expansión comercial de Internet y la digitalización de la economía, lo lógico y saludable es que una Prensa independiente del poder político y empresarial hubiera dado la batalla por la privatización de las infraestructuras de comunicación. Carece del más mínimo sentido práctico que sigan existiendo monopolios de la telefonía. Cualquier empresa en la UE debería tener el sagrado e irrenunciable derecho a poder comercializar, por ejemplo, su propia línea ADSL o 4G. ¿Habría tenido algún sentido en los países democráticos que una o dos empresas hubieran ejercido el monopolio de facto de todas las ventas de papel?

Cuando se fundó Aviladigital.com a principios del siglo XXI, Telefónica tenía instaladas poco más de 1500 líneas ADSL en toda la provincia de Ávila. Todo un avance: 1992, en esa misma provincia, Telefónica podía tardar 18 meses en darle servicio a un nuevo cliente que tenía, literalmente, que esperar a que otro abonado se diera de baja para quedarse con su número. A pesar de ello, en enero de 2004 conseguimos situar el sitio web en el puesto 10.000 del ranking mundial de Alexa.com. Dicha proeza asombrosa no le supuso ni un solo euro de beneficio a la sufrida empresa fundada por Julio Ortega.  Tampoco le reportó ningún beneficio a Invertia ni a quienes lo hicimos posible alcanzar el puesto 24 en dicho ranking mundial en junio de 2007, triplicando el número de usuarios y páginas vistas en tan solo un año de trabajo.  Pero en este caso, al menos, es de suponer que el rédito generado por dicho tráfico se quedaba en “casa”.

Y si éramos pocos, parió la abuela. El negocio piramidal impuesto por Google en Internet ha convertido en esclavos a todos los productores de contenidos en todo el mundo.  Creadores, pensadores, intelectuales, periodistas y escritores se afanan por jugar en el primer equipo del Real Madrid, del FC Barcelona, del Bayern o del United, sin darse cuenta que solo serán 100 los elegidos – al azar – y 100 millones los aspirantes en todo el planeta. La mayoría de ellos se hartará de jugar pachangas pero no de comprar bufandas de “su” equipo.

© Belge. 2016
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